Desde que nacemos, sentimos curiosidad por nuestra propia imagen corporal. Queremos saber cómo nos perciben los demás y, sobre todo, cómo nos vemos nosotros mismos.
De hecho, esta conciencia empieza muy temprano: antes de los dos años, los bebés ya pueden reconocerse en un espejo. Sin embargo, lo que percibimos en la infancia rara vez coincide con la autoestima corporal que desarrollamos en la adolescencia o la edad adulta. Entonces, te pregunto: cuando te miras al espejo, ¿Qué es lo primero que notas?
La imagen que proyectamos… y la que juzgamos
Con el tiempo, el espejo deja de ser un simple objeto para convertirse en un instrumento de autoevaluación. No solo vemos nuestra apariencia, sino que acompañamos esa visión con pensamientos y emociones sobre nuestro cuerpo.
Thomas F. Cash, psicólogo especializado en imagen corporal, estudió durante más de 35 años cómo nos percibimos físicamente. En uno de sus estudios, preguntó a varias personas: “¿Qué ves cuando te miras al espejo?”. Las respuestas fueron reveladoras:
“No soporto mis muslos ni mi trasero. Mi boca es demasiado grande y mi cabello muy fino”.
“Me veo delgada y con buena salud… hasta que observo las bolsas bajo mis ojos”.
“Me gustaría ser más alto y más fuerte. También desearía que mi cabello fuera más resistente”.
“Veo un hombre mayor y con sobrepeso… ¿Cuándo pasó esto?”
“Me veo como alguien completo, pero una lesión limita mi felicidad”.
Estos ejemplos muestran un patrón común: nuestra autoestima corporal a menudo se ve afectada por los juicios negativos que hacemos sobre nuestra apariencia.
Por qué el espejo puede ser un enemigo para la imagen corporal
Desde pequeños aprendemos a mirarnos para detectar errores: el peinado, la ropa, la postura… El espejo se convierte en un juez silencioso. Pero, al evaluarnos, caemos en tres trampas principales:
1. Puntos calientes
Enfocamos nuestra atención en las partes que más odiamos, como la nariz, los brazos o alguna cicatriz.
2. Búsqueda de defectos
Incluso cuando creemos estar satisfechos con nuestro cuerpo, seguimos encontrando “fallos” que sobreevaluamos.
3. Puntos ciegos
Ignoramos ciertas zonas de nuestro cuerpo, ya sea por rechazo o indiferencia.
Y esto no ocurre solo frente al espejo: cualquier superficie que refleje nuestra imagen corporal, desde la pantalla del móvil hasta un escaparate, puede disparar estos pensamientos críticos.
Transformar la relación con tu cuerpo
Como psicóloga especializada en aceptación corporal, trabajo con pacientes para que el espejo deje de ser un enemigo y se convierta en una herramienta de autoconocimiento.
Prueba esto:
Dedica unos minutos al día a observar tu cuerpo sin juzgarlo.
Colócate frente a un espejo con la menor ropa posible y mira cada parte de tu cuerpo.
Evita calificarlo: sin adjetivos, sin comparaciones, solo observación.
Con el tiempo, tu diálogo interno cambiará. Empezarás a cultivar aceptación corporal y, como consecuencia, mejorarás tu autoestima corporal. Cuando te vuelvas a preguntar “¿Qué ves cuando te miro al espejo?”, la respuesta empezará a ser más amable y realista.
Recuerda: aceptar tu cuerpo es el primer paso para apreciarlo. Y apreciarlo, a su vez, es la base para sentirte realmente bien contigo misma.
Para más contenido sobre aceptación corporal sígueme en Instagram.
